Mary Wortley Montagu

11.11.2019

Aunque todos atribuimos a Edward Jenner el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, lo cierto es que, años antes, cuando Jenner ni siquiera había nacido, hubo una mujer que extendió por Europa la práctica de inocular a niños y jóvenes con pus de enfermos para inmunizarles frente a esta enfermedad y no era otra que Mary Wortley Montagu (1689-1762)

A través de sus cartas a amigos y familiares dio a conocer todos sus descubrimientos de este mundo por entonces tan desconocido, y su obra se ha convertido en una referencia del género epistolar y de la literatura viajera de la época. 

Fue en Estambul donde Mary Montagu observó una curiosa costumbre que conseguía mantener a raya a la viruela, una enfermedad devastadora que ella misma había sufrido con 26 años y que se había llevado por delante la vida de su hermano. Se trataba de la inoculación o variolación, una práctica originaria de China y la India que se fue extendiendo por toda Asia.

La viruela, tan fatal y frecuente entre nosotros, aquí es totalmente inofensiva gracias al descubrimiento de la inoculación, (así es como la llaman)", relata en una de sus cartas a su amiga Sarah Chisvell. "Existe un grupo de mujeres ancianas especializadas en esta operación. Cada otoño, en el mes de septiembre, que es cuando el calor se apacigua, las personas se consultan unas a otras para saber quién de entre ellos está dispuesto a tener la viruela...". 

La técnica descrita consistía, básicamente, en inocular a los voluntarios con pus de enfermos en cuatro o cinco venas abiertas. Lady Montagu había observado la eficacia del método y llegó a probarlo en su propio hijo Edward. Desde entonces, se propuso hacer llegar esta costumbre a su tierra para hacer frente a la enfermedad, como así puso de manifiesto en la citada carta: "Soy lo bastante patriota para tomarme la molestia de llevar esta útil invención a Inglaterra y tratar de imponerla", afirmaba.

Mary Montagu no fue una científica en el término más estricto, pero estudió los efectos de la inoculación a través de dos ensayos clínicos: uno con seis condenados a muerte en la prisión de Newgate y otro con varios niños de un orfanato de Westminster. Gracias a esta suerte de experimentos fue como su método se empezó a difundir -y a salvar vidas- por toda Europa.

Lady Montagu fue una mujer excepcional que vivió como quiso sin temer juicios, represalias ni escándalos. Desheredada de la fortuna familiar debido a su apasionado matrimonio, años más tarde se separó y se fue a vivir a Venecia con su nuevo amante, una relación que tampoco prosperó. Fue independiente, se rodeó de intelectuales, escribió, viajó y defendió los derechos de las mujeres. Se dice que, antes de morir a consecuencia de un cáncer de mama, sus últimas palabras fueron: "ha sido todo muy interesante".

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